Inicio, el corazón de la nueva interfaz "Metro". La idea era unificar la experiencia entre las PCs y las nuevas tablets que estaban de moda, dándole un look súper moderno y táctil, aunque para muchos que solo usaban teclado y ratón fue un cambio bastante brusco.
Más allá de su controversial apariencia, Windows 8 traía mejoras internas muy interesantes. El sistema era notablemente más rápido para encender y apagar que Windows 7, y en general se sentía más ágil. También introdujo la Tienda de Windows (Windows Store), que fue el primer intento de Microsoft por crear un ecosistema de aplicaciones seguras y fáciles de instalar, muy al estilo de lo que ya veíamos en los celulares. El problema es que para lograr esa nueva interfaz, eliminaron el clásico botón de Inicio, y eso, para la mayoría de la gente, fue un drama total que generó un montón de quejas.
Al final, Windows 8 es recordado como un experimento audaz, pero un poco incomprendido. Fue un paso tan grande y diferente que confundió a muchos usuarios de toda la vida. Microsoft se dio cuenta y con la actualización a Windows 8.1 trajo de vuelta el botón de Inicio y pulió algunas cosas. Aunque no fue el éxito que esperaban, su legado es innegable: muchas de las ideas de un sistema más rápido, una tienda de apps centralizada y un diseño más limpio sentaron las bases para lo que más tarde se convertiría en Windows 10, que logró encontrar el equilibrio perfecto entre lo clásico y lo moderno.
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